miércoles, 26 de septiembre de 2012


SALUD Y ENFERMEDAD: PROBLEMAS CONCEPTUALES

A primera vista no parece difícil definir salud y enfermedad, pus son términos que usamos cotidianamente y tienen un fuerte sentido común. Por lo general, se le da una apreciación subjetiva de bienestar al término de salud. Por el contrario, asociamos la enfermedad con una sensación de malestar, en condiciones que nuestra experiencia habitual indica que no debería presentarse (mayormente se relaciona el origen del malestar con dolor, angustia o incapacidad funcional). Por sentido común, se busca atención médica cuando se genera esa sensación de malestar.

Sin embargo, en este tan superficial concepto de salud encontramos problemas para poder considerarlo como correcto. Estos serían, la temporalidad del fenómeno, la magnitud de la sensación de malestar, entre otros.

Para que podamos hablar de una alteración necesitamos disponer de un criterio de lo que es normal, sin embargo, no es cosa sencilla pues hay discusión entre qué es lo normal, lo patológico y su delimitación de cada uno de estos términos, los cuales dependen del contexto en que se trate.

Alteración manifiesta de la funcionalidad biológica o social del individuo.

Este criterio aparece como elemento clave en todas las definiciones de enfermedad. Sin embargo, como definimos “alteración manifiesta”, “funcionalidad biológica” o “funcionalidad social”. La funcionalidad en todo caso dependerá de ciertos valores que la sociedad imponga como necesarios, valores variantes que no van a ser iguales en diferentes sociedades ni en distintos momentos históricos. Este criterio integra un valor social que será muy variable, lo que no niega la existencia de la funcionalidad, sino que en otros tiempos o en otras sociedades, lo que aquí y ahora se considera estético era disfuncional, y algo que es disfuncional manifieste una cualidad positiva.

Capacidad para poder clasificar la enfermedad en una categoría nosológica determinada.

Diagnosticar la enfermedad implica poder agrupar las manifestaciones subjetivas y objetivas del padecimiento en un lugar específico de un sistema taxonómico. Actualmente, la lista más aceptada es la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS, la cual está sometida a revisiones periódicas para adecuarla a los avances científicos y a los nuevos criterios sobre las enfermedades. Sin embargo, la clasificación de enfermedades enfrenta dos problemas principales. Primero, para muchas personas que se sienten mal, ya sea física o psíquicamente, no es posible clasificar su padecimiento en una determinada categoría, o sea realizar un diagnóstico. Por lo general, el médico se limita a actuar sobre los síntomas presentados, por lo que si no puede clasificar a un paciente como enfermo, no lo considera como tal.

El otro problema es más complejo y trascendente. Cuando se hace una clasificación está implícita la idea de que existe una especie, así que debemos de empezar por definir la “especie”, o sea una entidad nosológica o enfermedad específica, en el sistema clasificatorio de enfermedades. Se requiere además de describirla, diferenciarla muy claramente de otras. Esto resulta problemático, pues la mayoría de las enfermedades no siguen el esquema simple de una causa-efecto, es decir, un esquema unicausal. Quizá sea más prudente buscar nuevas y diferentes formas de clasificar las enfermedades.

El énfasis en el conocimiento de la enfermedad puede producir distorsiones tanto en el saber como en la práctica médica, ya que podría llevar a considerar al ser humano como un simple portador necesario de la enfermedad.

UN RETORNO A LA SALUD.

Una definición que ha logrado alto grado de aceptación es la ofrecida por la OMS/UNICEF en la reunión de Alma-Ata (URSS) en 1978. Ahí dice que la salud es:

“… el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades; es un derecho fundamental, y el logro del grado más alto posible de salud es un objetivo social importantísimo en todo el mundo…”

Actualmente es una definición muy usada, sin embargo tiene limitaciones importantes para ser aplicada de forma científica. En primer lugar, no se da a la salud una categoría de fenómeno social e histórico; en segundo lugar, la cuantificación de la salud, expresada en términos, es difícil, lo que provoca que los trabajadores de la salud utilicen esta definición declarativamente, pero vuelvan a la anterior tan pronto se realice un esfuerzo cuantitativo, ya que la enfermedad, a pesar de los problemas indicados, es más fácilmente medible que el bienestar. Entonces, seguimos midiendo el daño, la incapacidad y la muerte.

No podemos establecer estados inamovibles o situaciones ahistóricas (es decir, que nieguen su realidad de procesos), puesto que el hombre es una ser dinámico, en cualquier dimensión que lo analicemos. Esto conlleva a considerar a la salud-enfermedad como un proceso dentro del cual se da una interacción continua de elementos contradictorios, cuya resultante es el ser humano concreto, real, histórico.

No existen estados absolutos de salud o enfermedad sino procesos dinámicos, complejos, en los cuales los factores biológicos de daño y recuperación quedan insertados en la vida social, que es donde se comprende, determina y actúa sobre el proceso, de acuerdo con las leyes propias de todo fenómeno social. Sin embargo, todo parece indicar que la sociedad identifica como causas fundamentales de enfermedad aquellas que tienen menor relación posible con la estructura social.

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